Cuando alguien busca qué ver en Canarias, lo habitual es toparse con los destinos más conocidos. Pero hay un lado menos explorado, mucho más auténtico, que merece toda tu atención. Nos referimos a esas islas menos concurridas que aún conservan su alma local, su ritmo tranquilo y su paisaje intacto. Si estás buscando un viaje diferente, lejos de las multitudes, este es tu sitio. En este artículo te llevamos a conocer esas otras Canarias que, una vez descubiertas, cuesta olvidar.
La Palma: la isla bonita que te cambia el ritmo
La Palma es un espectáculo de naturaleza. Sus paisajes verdes, abruptos y llenos de vida no solo la convierten en un paraíso para senderistas, sino también en una isla que invita a bajar el ritmo, respirar profundo y mirar alrededor con calma. La presencia constante de barrancos, bosques húmedos y cráteres volcánicos hace que cada ruta parezca una expedición.
Uno de sus mayores tesoros es el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, un gigantesco cráter erosionado rodeado de pinos canarios, cascadas y miradores impresionantes. Pero más allá de lo natural, La Palma sorprende también por su cielo. Es uno de los mejores lugares del mundo para la observación astronómica, y cuenta con algunos de los observatorios más potentes del planeta.
Aquí la conexión con la naturaleza es total: tierra firme bajo tus pies y estrellas sobre tu cabeza
Pueblos como Santa Cruz de La Palma o Los Llanos de Aridane conservan el encanto colonial, los balcones coloridos y el trato cercano que convierte cualquier paseo en un momento agradable. Sin duda, una isla perfecta para quienes buscan un viaje más introspectivo y menos predecible.
El Hierro: la más salvaje y auténtica
El Hierro es la isla menos poblada del archipiélago, pero su esencia es tan potente que muchos repiten. Ha sido declarada Reserva de la Biosfera y modelo de sostenibilidad energética. Aquí todo gira en torno al respeto por el entorno y al disfrute sin prisas.
Los acantilados de El Golfo, los campos de lava, los bosques del Sabinar con árboles retorcidos por el viento y las piscinas naturales de La Maceta o el Charco Azul son solo algunas de sus maravillas. Además, la isla es un destino de referencia para el buceo gracias a sus fondos volcánicos intactos y su biodiversidad marina.
En El Hierro no hay ruido, solo mar, piedra y viento. Y eso lo cambia todo
Lo mejor de todo es su gente: amable, orgullosa de su tierra y abierta al visitante. Caminar por sus pueblos es sentir que todavía hay lugares donde todo el mundo se saluda por la calle.
La Gomera: donde el sendero es el destino
La Gomera es una isla hecha para andar. Sus más de 600 km de senderos conectan barrancos, montañas, palmerales y caseríos perdidos entre la niebla. El corazón de la isla es el Parque Nacional de Garajonay, una joya natural con bosques de laurisilva milenarios, declarada Patrimonio de la Humanidad.
Pero más allá de su valor ecológico, La Gomera es una isla viva en lo cultural. Aquí aún se escucha el silbo gomero, un sistema de comunicación ancestral basado en silbidos que se ha transmitido de generación en generación. La tradición no es un decorado para turistas, sino parte activa del día a día.
Cada paso en La Gomera es un reencuentro con lo esencial. Nada sobra, todo suma
Los miradores naturales ofrecen vistas que dejan sin aliento, como los de Agulo o Vallehermoso. Y aunque la isla no es famosa por sus playas, hay calas pequeñas y recogidas donde el tiempo parece pararse.
La Graciosa: desconexión total entre arena y mar
La Graciosa es la octava isla habitada de Canarias y, hasta hace muy poco, una gran desconocida. Solo se puede acceder desde Lanzarote y, una vez llegas, te das cuenta de que has cambiado de mundo. No hay semáforos ni prisas. Aquí todo se recorre en bici o a pie, sobre caminos de tierra que conectan playas vírgenes con paisajes lunares.
Playa de Las Conchas, con su arena dorada y vistas al islote de Montaña Clara, es probablemente una de las más espectaculares del archipiélago. Pero también merece la pena perderse por La Francesa, Montaña Amarilla o simplemente improvisar con una toalla y un libro.
La Graciosa es minimalista en todos los sentidos. Y por eso encanta
Es ideal para recargar energía, reconectar contigo y saborear el mar sin artificios. Pocos sitios quedan ya así en Europa. Aquí, menos es más.
Isla de Lobos y el archipiélago Chinijo: joyas mínimas con encanto máximo
Más allá de las grandes y medianas, Canarias esconde otros pequeños tesoros. La isla de Lobos, entre Lanzarote y Fuerteventura, es uno de ellos. Su nombre viene de los lobos marinos que la habitaban y aunque ya no quedan, el paisaje sigue siendo una maravilla. Senderos suaves, aguas turquesas, calas escondidas y la posibilidad de pasar un día de absoluta desconexión.
Incluso lo que no puedes pisar tiene su magia. A veces basta con contemplar
Muy cerca, dentro del archipiélago Chinijo, se encuentran islotes como Alegranza, Montaña Clara o Roque del Este. Son espacios protegidos de alto valor ecológico, no habitados, y con acceso muy restringido. Pero saber que están ahí, inalterados, nos recuerda lo frágil y valiosa que es la naturaleza de estas islas.
Conclusión: Canarias tiene mucho más que mostrarte
Cuando te preguntes qué ver en Canarias, no te quedes con la primera respuesta. El archipiélago es mucho más que sus postales más famosas. En estas islas menos conocidas está el verdadero encanto de viajar: descubrir sin expectativas, moverte al ritmo de lo local y volver con la sensación de haber vivido algo distinto.